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Calles divididas entre vándalos y artistas

  • Valentina Carbajal, Tábita Forja
  • 29 may 2018
  • 10 Min. de lectura

Cultura. Una palabra utilizada con tanta frecuencia, pero... ¿Qué entendemos por cultura? Podrían ser tradiciones, hábitos o manías de una sociedad. Si nos dirigimos al Diccionario de la Lengua Española uno de los significados que otorga es: “Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.”. Pero cuando un movimiento cultural nace lo hace casi por ósmosis, nadie sabe realmente que está creando una cultura de la nada. Así nació el Hip Hop.

Petados Crew trabajando en unos de sus murales en la Plaza Josep Tarradellas, Rubí. Foto de Javier Villodres

Nueva York fue la cuna de la cultura Hip Hop en la década de los 70. Se vivía una situación muy complicada y llena de violencia y los que sufrían bajo estas circunstancias eran, principalmente, las personas más pobres. Cada sector de la ciudad estaba bajo el mando de una pandilla y era muy común que se dieran enfrentamientos entre las diferentes bandas. El Hip Hop llegó como una suerte de salvación de vidas en un entorno donde la regla eran las drogas, las armas y la sangre. Los representantes de las bandas organizaron un encuentro luego de que muriera uno de los integrantes de la pandilla de los Ghetto Brothers en una confrontación.

Quedó establecido entonces el objetivo de la cultura Hip Hop: la unión. Evitar las peleas callejeras y sustituirlas por batallas, ya sea de baile, de rap o de movimientos artísticos como el graffiti. Así quedaron establecidos los cuatro pilares fundamentales de esta cultura: DJing, refiriéndose a la figura que controla los discos y la música que se utiliza en las batallas; los Bboys, los bailarines que adaptan su movimiento a los beats; el MC, aquel que iba parafraseando líricas y rimas sobre la música y los Writers, quienes utilizando latas de spray se expresaban con obras en las paredes.

La cultura Hip Hop fue expandiéndose a tal punto que al día de hoy uno de sus creadores y fundadores, Afrika Bambaataa, forma parte de la ONU. Se le reconoce su papel protagonista brindando ayuda para acabar con las muertes en el Bronx. Es un movimiento cuyos cimientos fueron inmortalizados en la llamada “Biblia del Hip Hop” donde están establecidos todos sus pilares, objetivos, influencias Así inició un movimiento que cuenta con una fuerza tal, que no hay rincón en el mundo que no se haya visto influenciado por la cultura Hip Hop. La música, la forma de vestir, la forma de comportarse... varias generaciones llevan dentro de sus costumbres las influencias de esta cultura y lo que representa.


“Es una conducta de ensuciamiento que degrada el patrimonio público o privado y que provoca un desgaste visual del entorno”.

Barcelona no escapa de esta realidad. Esta ciudad es, sin lugar a duda, una de las metrópolis donde esta cultura está representada con mucha fuerza. Basta con pasearse por El Raval, por Poble Nou o Poble Sec para apreciar los grandes murales que están dibujados en sus paredes. Sin embargo, lo que para algunos es arte y cultura urbana para otros es vandalismo y delincuencia. “No depende solo de los ayuntamientos y los gobiernos, también depende de lo que diga la gente que vive aquí. (...) Aquí viene mucha gente porque tenemos el puerto más grande de Europa a tres calles. Y el ayuntamiento lo quiere como un Hollywood. Esta ciudad compite con Nueva York, Tokyo, París como una de las más visitadas del mundo”, afirma Pablo Mandaras.

MACBA - Batalla de Gallos (Duelo de Rap Freestyle) y Arte Urbano. Foto de Valentina Carbajal

Muchos asocian esta referencia al vandalismo con el desconocimiento que existe sobre los orígenes y los objetivos reales de la cultura Hip Hop. Conversamos con diferentes representantes de esta cultura para entender qué es lo ocurre: si de verdad es el desconocimiento lo que produce el rechazo o, por otro lado, no es una cultura que se vea de manera positiva o que transmita valores que deban seguir siendo inculcados en la juventud.

Pablo Mandaras, conocido bajo el alias de Gumi, es un uruguayo de 37 años que llegó a Barcelona en el 2005 impulsado por su pasión por la cultura Hip Hop y los valores intrínsecos en la misma. Todas sus inquietudes comenzaron cuando vio por primera vez la película Breakin'. En ella, aparecían muchos bailarines y él decidió que quería hacer todo lo que veía en esa película. Sin embargo, la gran desinformación de esa época no le fue de ayuda para aprender a moverse como los personajes de la película y tuvo que averiguar y aprender a su manera.

Pablo "Gumi" Mandaras en el MACBA - Foto de Valentina Carbajal

“Me vine para mejorar, pero sí tenía como prioridad el baile”, dice Gumi. Comenta que en su país eran muy pocos los que bailaban cuando él comenzó y siempre eran vistos como los bichos raros. En cambio, cuando llegó a Barcelona se sintió como en casa. Había encontrado un lugar donde la cultura Hip Hop estaba más desarrollada, donde las personas de diferentes países compartían porque tenían un código en común, que era la danza. Descubrió que Barcelona tiene una magia y una vibra especial gracias a todos los bailarines que se reunían a entrenar diariamente y a hacer shows en la Rambla de Catalunya, pero también estuvo presente cuando esto cambió.

La policía se volvió menos tolerante y compasiva. Gumi recuerda varios episodios de su vida donde ha tenido que huir de furgones de la Guardia Urbana o discutir con ellos para tratar de evitar multas por ocupar el espacio público. Sin embargo, también destaca que fue un cambio que se vivió en todo ámbito: con los skaters, con los artistas de calle, con los graffiteros... parecía que se buscaba censurar la cultura Hip Hop.


EL GRAFFITI Y LOS WRITERS

La cultura del graffiti siempre se ha asociado al vandalismo y cierto es que, en muchos rincones de las más grandes ciudades del mundo, el uso de estos botes de pintura sobre las paredes ha sido la causante de la degradación de la imagen del entorno público. Pero no todo es así, muchas son las personas que se dedican responsablemente a practicar su pasión sobre las paredes realizando auténticas obras de arte.

El graffiti no deja de ser un dibujo o una escritura sobre una pared con la finalidad de expresar o reivindicar alguna idea, pensamiento o sentimiento. Es por eso que tanto artistas, como los responsables del espacio público, han de velar por el respeto y por el mantenimiento del bienestar social en las calles. Todo depende de los ojos con los que se mire, ya que para unos se trata de vandalismo y delincuencia y para otros, se trata de obras de arte. En esta disyuntiva es donde tienen que intervenir los ayuntamientos de cada región para regular este conflicto. Aunque frente al inmenso panorama que nos encontramos en todo el mundo, existen muchas ciudades en las que la cultura del graffiti convive en armonía con la arquitectura del espacio público.

“El graffiti da diferentes posibilidades a la hora de utilizarlo como medio de trabajo”

Hemos conocido el caso del ayuntamiento de la ciudad de Rubí, un municipio de la provincia de Barcelona en el que desde hace ya unos años, trabajan codo a codo con organizaciones para jóvenes, realizando actividades comunitarias con el nombre de "Graffitis als barris" (graffiti en los barrios). Esta actividad comunitaria apuesta por cambiar la fisionomía de la ciudad mediante intervenciones artísticas de calidad, facilitando a los creadores un conjunto de paredes de titularidad municipal y/o privada en la que puedan hacer realidad sus proyectos que, previamente se han escogido por sorteo.

En Rubí, cada vez son más las obras que ocupan el espacio público y conviven a diario con los miles de ciudadanos que pasean por sus calles. Los autores de estas obras se quedan siempre tras el anonimato de su dibujo en la pared pero sí que es cierto que, cada vez surgen más grupos de personas que se dedican a esto profesionalmente. Un caso de esto es el del grupo "Petados Crew" que se formó en el 1997 en Rubí y que está integrado por un total de siete writers que son Kets, Axia, Urih, Ma'la, Baie, Cayn y Resm. Además cuentan con la esponsorización de NBQ Pro, que también son su proveedor principal de materiales.


Este grupo comenzó a trabajar en esto realmente como una afición que compartían unos amigos y lo quisieron llevar a cabo en conjunto. Desde sus inicios hasta el día de hoy, han pasado de hacer sus bocetos en papel como hobbie y en alguna de las paredes de la ciudad de Rubí a pintar en el mural de las Tres Chimeneas del Poble Sec, entre otros.

En este entorno conocimos a Giruz, un writer de 26 años de Rubí. Para él, el graffiti ha evolucionado y ha pasado de ser una mera expresión de protesta, a ser una forma artística que merece ser valorada. Reconoce que, sobre todo cuando empezó en este mundillo - cuando tenía alrededor de 16 años-, lo más complicado era enfrentarse a la gente porque lo miraban mal. “Te ves muy solo y la gente te mira mal porque aunque la gente vaya de moderna diciendo que le gusta esto del graffiti, si ven a un chaval con un chandal de mercadillo pintando un edificio, no es que les parezca muy bien”.

“Igual una señora de Sarrià debe pensar que son delincuentes por llevar la ropa ancha"

Relata que una vez tuvo un encuentro con la policía del que no salió del todo bien. Se llevó consigo una multa bastante elevada y le requisaron todo su material, el cual había pagado con dinero de su bolsillo. “Esto jode bastante porque sé que en otros países la situación es muy diferente”, comenta mientras agrega que en otros lugares los policías no se lo toman tan mal y que, incluso, se quedan a ver cómo terminan los bocetos.

Giruz destaca que lo principal para él y sus compañeros es llegar a un acuerdo con el dueño de la pared. Desde hace unos años han logrado contactar con varios ayuntamientos de Barcelona y han hecho murales con permiso y, varias veces, les han subvencionado los materiales. A pesar de esto, reconoce que España no es un país en el que se pueda depender al 100% del graffiti para vivir. “No somos un país en el que se valore mucho nuestro trabajo”.

Por otro lado, tenemos las vivencias de Ioke, un writer peruano de 35 años que lleva apenas dos años en la ciudad barcelonesa y que busca poder trabajar haciendo lo que le gusta: graffitear. Dentro de todo, afirma que el graffiti da diferentes posibilidades a la hora de utilizarlo como medio de trabajo: puedes diseñar cosas para diferentes marcas que tengan estilos urbanos, diseñar tatuajes, contrataciones para murales, escenografías, entre otras cosas.

Pieza de IOKE en el Parque Tres Ximeneas, Barcelona, 2017. Foto cortesía del artista.

A su parecer, la cultura del Hip Hop se respeta en España. No es muy conocida, pero se respeta. Aunque entiende que al ser una cultura relativamente joven, hay generaciones de la sociedad que no la aceptan ni la comprenden. “Igual una señora de Sarrià debe pensar que son delincuentes por llevar la ropa ancha”, dice. Considera que como sociedad, nos falta un camino muy largo por recorrer y que todo debería empezar por informar a la gente sobre los motivos reales del Hip Hop y sus diferentes formas de expresión.

En el camino a la visibilización del movimiento, sí que ha habido grupos que tratan de reivindicar el graffiti; por ejemplo, en 2010 surgió Persianes Lliures, colectivo que se dedicaba a buscar un acuerdo entre comerciantes y graffiteros, para que los propietarios cedieran las cortinas de sus locales y estos últimos pintaran sobre ellas. En esta iniciativa había un beneficio recíproco, pues según comentaban comerciantes, graffiteros y el mismo fundador de la organización, Pau, uno ganaba al poder expresarse a través del aerosol y el propietario obtenía una obra que daba imagen a su negocio, además de evitar otros graffitis, pues según el código interno de los graffiteros, uno no puede pintar sobre otro, sino puedes hacerlo mejor.

Sin embargo, este tipo de iniciativas se vieron frustradas por el Ayuntamiento, quien ha actuado según dicta la Ordenanza de 1999, la cual estipula que los graffitis sobre cualquier superficie del espacio público, sean persianas, muros, fachadas o mobiliario urbano, deben ser sancionados. Es más, las ordenanzas interpretan que pintar graffitis en el espacio público es una conducta de ensuciamiento que degrada el patrimonio público o privado y que provoca un desgaste visual del entorno, afectando la calidad de vida de vecinos y visitantes.

“Uno ganaba al poder expresarse a través del aerosol y el propietario obtenía una obra que daba imagen a su negocio”

Ante esta postura del Ayuntamiento, los graffiteros han tenido que moverse entre las sombras, con el mismo estigma que trataron de eliminar con sus organizaciones de reivindicación. Además de que, como el gusto por el graffiti no para, esta conducta debe realizarse de una manera más rápida, lo que ha llevado al incremento del graffiti tipo “tag”, el cual es una pintada veloz que frecuentemente molesta a quien lo ve.

Es por ello que las autoridades han implementado programas como Persianes Netes, el cual pretendía compartir el gasto por la limpieza de la fachada entre el gobierno y el propietario del local, brindándole herramientas como pintura nueva y tratamiento antigraffiti. Esto con la intención de evitar que más negocios siguieran la tendencia a pintar sus cortinas. Además, el número de multas por graffitis ha ido en aumento. Simplemente del 2006 al 2010 el Ayuntamiento registró más de mil multas por degradación visual del entorno urbano; es decir, graffiti. Acciones que no deberían sorprender, ya que en tan solo en el año 2009, la misma autoridad ha gastó cuatro millones de euros en la limpieza de medio millón de metros cuadrados de graffiti. Así, el uso de recursos para combatir este tipo de expresión no parece ser secundaria, lo cual indica un compromiso de parte de las autoridades para mantener la política anti-graffiti.

Persianas de Barcelona que han seguido la iniciativa "Persianes Netes" - Fuente: Un racó del món

El Hip Hop nació como una forma de tender puentes, brindando vías pacíficas de canalizar cierta energía. Al ver una batalla de Bboys o de MC’s, al pasear por unas calles enteramente graffiteadas y ver un mural intacto hay algo que salta a la vista. Es un movimiento que ha abogado por lo que muchos creen que ya no existe en la juventud: el respeto.

El graffiti es un arte urbano que ha sido reconocido por la academia, las obras de Banksy se venden por millones y las propias instituciones catalanas como el MACBA y el CCBB reivindican esta forma de expresión incluyéndola en sus catálogos y realizando muestras.

Sin embargo, el Ayuntamiento sigue considerando todo tipo de graffiti un acto de vandalismo. Prohíben “la colocación de carteles, adhesivos, pictogramas o similares”, así como “la aplicación de grafitos o pintadas sobre cualquier elemento del paisaje urbano, si no se dispone de autorización expresa”.

Es por ello que sancionan a comerciantes que contratan a graffiteros para pintar sus persianas, medida que en primer lugar podría parecer una vía de salida. Un mutuo acuerdo entre el dueño del espacio y el artista y una nueva fuente de trabajo en una economía que necesita nuevas propuestas. Esta iniciativa se impulsa en ciudades como Madrid y Valencia. Pero no en Barcelona.

De esta forma, se termina produciendo una fuga de creativos. Los artistas más talentosos terminan pintando las calles de París, Berlín o Nueva York. Y una y otra vez nos preguntamos, por qué no se van, por qué todos estos artistas - Bboys, MC’s, Writers, pero también artistas de otras disciplinas - que no son bienvenidos por el ayuntamiento, no se van.


Así lo explica Pablo “Gumi” Mandaras: “La magia de Barcelona. No se necesita más, el arte está a la vuelta de la esquina. Aquí pasan cosas que solo se ven por la TV. Todo ocurre cualquier día de la semana aquí. Yo vivo del turismo y de la gente, necesito el movimiento. Tal vez si me voy a una ciudad más tranquila es mejor para mi salud, pero no me llenaría. A mí me gusta esto”.

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