La rutina del skate en Plaça dels Àngels
- Dante Llaguno
- 27 abr 2018
- 3 Min. de lectura
Son las 18:50 frente al MACBA y el primer vendedor de cerveza saca el primer six de cervezas, hace ronda con los ojos y divisa su primer cliente.
La Plaça dels Àngels en Raval se rodea por un museo de arquitectura moderna, calles que benefician el andar del peatón, un par de restaurantes, edificios altos decorados con pancartas de mensajes contra los ruidos y la especulación; pero, sobretodo de un sonido casi industrial que se repite constantemente: el golpeteo de las ruedas y tablas de los skaters.

"Este es nuestro espacio. Venimos a expresarnos" - Dante Llaguno.
Un sitio en Barcelona donde se respira juventud, actividad física, risas y mucho olor a marihuana. Aunque después de las 23:00 se convierta en un lugar donde también se olfatea a la policía, la cual está en constantes rondas, quitándole las cervezas a los vendedores y atendiendo las llamadas de los vecinos somnolientos.
Me acerco con un chico para preguntarle qué es lo que le atrae de la plaza. Nasser, un chico argelino, ligeramente dice que lleva dos años en Barcelona y que no hay ningún lugar como Plaça dels Àngels para tomar una cerveza y conocer a nueva gente.
“¿Y qué haces cuando no estás aquí?” pregunto mientras veo que arma un cigarrillo junto a su litrona. “Nada. Ahora perdí mi trabajo y me estoy quedando en el piso de un amigo. Es difícil encontrar trabajo sin papeles, ¿sabes?” Continúa mientras saluda a varias personas que van pasando a lo lejos. “Hay muchos más lugares para patinar, pero lo que pasa aquí es que lo han hecho suyo.”
El Ayuntamiento ha tratado de desplazarlos a skateparks que ha construido en otros sitios como Badalona, donde hay infraestructura y espacio para hacerlo sin molestar a nadie; sin embargo, los que practican el patinaje sienten que este es su lugar.
Ya pasó una hora y los vendedores de cerveza se multiplican, así como la luz del día desaparece en la misma proporción. Me dirijo a hablar con uno pero todos están demasiado ocupados con sus ventas. No fue hasta que me encontré con Afzaal, un vendedor pakistano, que supe más de su situación. Afzaal, lleva dos años en Barcelona y espera cumplir los tres para así pedir sus papeles y poder ir y venir legalmente de Pakistán a Barcelona. Mientras tanto, vive a unas calles de la plaza, compra cervezas y las revende a un euro cada una, siempre y cuando no lo vean los policías.
“Todo depende de cómo estén de humor. Hay veces que no vienen sino hasta la una de la madrugada. Otras que vienen desde las once de la noche y nos rodean para que no tengamos a dónde huir. A mí solo me quitan las cervezas, pero no pasa nada. A veces se gana dinero, a veces menos”, termina diciendo con mucho carisma y recogiendo sus cervezas para seguir con sus ventas.
Finalmente son las once y media de la noche y llega el primer coche de policía, se detiene frente a un grupo de jóvenes y a lo lejos se ve cómo todos comienzan a tirar sus cervezas. La luz azul de la patrulla que alumbra la plaza indica que hay que levantarse e irse. Todos al unísono se mueven, esperando a que la policía se vaya y poder regresar a su mismo sitio. Hasta que vuelvan a aparecer.
Un chico me muestra una multa por beber en la calle que le hicieron hace unas semanas. “La policía nada más nos quiere asustar y viene para quitarnos nuestro espacio”, acaba diciendo con un sorbo de cerveza y alejándose en su patineta.

Fragmento de multa de 15€ por beber bebidas alcohólicas en vía pública. - Dante Llaguno
Son ya casi las dos de la mañana y la policía viene con más frecuencia, a Afzaal ya le quitaron sus cervezas, se puede ver cómo han multado otros chicos por beber en la plaza y cómo varios se comienzan a marchar.
Este espacio, que raspado por las patinetas de lunes a domingo es frecuentado por jóvenes, choca al mismo tiempo con el uso que planeaban darle las autoridades y fricciona con el descanso de los vecinos. Sin embargo, la vida callejera y la cultura que se lleva a cabo en esta plaza, hace pensar que el skate seguirá viviendo aquí.
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